Disfruto tratándo de entender cómo funcionan las cosas y conocer sus causas, así como su significado. El llegar a saber la procedencia y significado de los nombres (onomástica), ya sea de las personas (antroponimia) o de los lugares (toponimia), no es una excepción a lo anterior.
Me gusta saber porque un pueblo, región o país se llama como se llama, qué significan las palabras que conforman su nombre y de dónde vienen éstas. El nombre de un lugar revela. De él se desprenden datos sobre su geografía, historia, idiosincrasia, ideología y/o vida de las personas que lo habitan o habitaron.
Las palabras guardan muchos misterios que están en espera de ser descubiertos. Ni nosotros ni nuestros ancestros las usamos sin propósito alguno. ¿Cuál es?
Igual de magnífico es conocer el significado de los nombres de las personas, propios o apellidos. Desde mi punto de vista, los nombres importan bastante. Tal vez mis razones para sostener eso puedan ser mejor ilustradas a través de un ejemplo:
Cada vez que pensamos en alguien en concreto, en un amigo, lo hacemos a través de su nombre. Al hacerlo, vemos a dicha persona en nuestra mente.
- El nombrar tiene la asombrosa capacidad de traer a presente lo que está lejos. En todo sentido es convocar a esa persona (o lugar).
- A través de los nombres reconocemos que los otros también existen, como resultado, nos percatamos de que hay una coexistencia y una relación.
El nombre de una persona es para ella el sonido más dulce e importante en cualquier idioma.
Dale Carnegie
Nombrar implica dar importancia. El valor de una persona es resaltado cuando nos dirigimos a ella por su nombre y, el recordarlo después de un tiempo magnifica esa importancia.
Dichos nombres no solo son trascendentes, sino significantes. El saber qué significan es más que prestarle atención a esa persona, es reconocer que ella también tiene una historia.
Daniel Pedrero 
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