Reseña: Hiromi Kawakami. El cielo es azul, la tierra blanca

En “El cielo es azul, la tierra es blanca” (Sensei no kaban), Hiromi Kawakami construye una novela con un desarrollo natural y cohesión exquisita.

El lector puede relacionarse con los personajes en cada página del libro, e inclusive empatizar con ellos. Los sentimientos y emociones que Tsukiko, la protagonista y narradora, vive y expresa son genuinamente humanas.

La historia es bella por ser delicada y relacionable. La atmósfera y el ambiente son expuestos en simples líneas y, con ello, permean en toda la narrativa. La soledad, los fracasos, las contradicciones y los miedos son naturalmente desarrollados a lo largo de la novela. No obstante, también se le muestra al lector cómo nacen las amistades y cómo puede el amor ser encontrado. Lo que hace de esta novela algo atractivo es que los personajes comparten su vida tímidamente a través del respeto y el cariño mutuo, así como de la observación recíproca.

Cuando Tsukiko y el Maestro se ven por primera vez, ninguno tiene una meta en mente. Nadie está buscando algo y, sin embargo, en esa espontánea relación basada en conexiones casuales encuentran algo más allá de lo que hubiesen imaginado.

Algunas de las cosas más bellas en la vida son aquellas que se construyen lenta y cuidadosamente sin una intención. La relación que narra el libro es el magnífico resultado de dos personas que se percatan de que una de las aventuras más hermosas en la vida es el ir conociendo a alguien valioso poco a poco.

“El cielo es azul, la tierra es blanca” es la primera novela japonesa que leo y bien valió la pena hacerlo. El libro es altamente recomendable para cualquier clase de lector, porque es una obra que puede enseñarte sobre ti mismo.

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